lunes, 4 de febrero de 2008

REUNIDOS EN CAÑETE DESPUÉS DE 40 AÑOS

Desde distintos puntos del país y del extranjero, donde residen habitualmente desde hace ya muchos años, llegaron a Cañete en el día de ayer varias decenas de personas con un común denominador: nacieron en Cañete o vivieron en esta ciudad.

Durante muchos años de su infancia y adolescencia aprendieron a amar a esta ciudad, sus tradiciones y costumbres y querían reencontrarse con sus vivencias de esa época feliz, empaparse con la vista de los paisajes de esta tierra y revivir con los amigos de los años `60 esa multitud de recuerdos felices, de añoranzas y de fraternidad.

El objeto de la cita se cumplió a cabalidad: los abrazos del reencuentro ya presagiaban lo que vendría enseguida: bajo unos simpáticos toldos de verano, en medio de verdes potreros y rodeados por la hermosa vegetación del valle de Cayucupil, en el campo de la familia Arnaboldi Cáceres, el grupo de amigos disfrutó de entretenidas conversaciones, del recuerdo de graciosas anécdotas vividas hacía ya tanto tiempo por los participantes y se rememoró con una grata mezcla de alegría y emoción ese tiempo feliz que todos compartieron.

Hubo un recuerdo para los profesores de entonces, para los compañeros de colegio, para los amigos queridos que ya no están y para esa época señera (los años sesenta) que se ha convertido, por alguna misteriosa razón, en algo mítico para las personas que la vivieron. Hubo brindis y charlas y risas y disquisiciones filosóficas acerca de los valores de antaño, acerca de la creciente deshumanización de nuestra época o de la búsqueda desesperada que se da en nuestros días de nuestras raíces y nuestra identidad ... ¡y hubo una conclusión unánime: el valor de la amistad, de la solidaridad, de la fraternidad o de este patrimonio grupal que está adherido tan poderosamente a nuestro ser profundo, a nuestra alma, debe ser cuidado con esmero, debe ser protegido como un tesoro, porque es parte fundamental de nosotros y, como tal, no debe morir y debe ser legado a nuestros hijos!
¡Qué hermoso es sentirse parte de una comunidad feliz, a la que amamos y a la que no cambiaríamos por nada del mundo!
Clímaco Hermosilla Silva www.huellasdigitales.cl

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